En algún momento, alguien dijo algo así como “el respeto se gana, no se impone”.
No recuerdo cuando lo escuché por primera vez, pero sí me acuerdo quién fue el que me dijo “nunca serás un buen árbitro hasta que no te ganes el respeto de los jugadores y entrenadores”.
Quien me conoce sabe que siempre he intentado mantener una relación respetuosa con todos aquellos con los que el baloncesto me ha cruzado, dentro y fuera de la pista. Pero no siempre he recibido lo mismo por parte de los demás, aunque no le doy mayor importancia, lo acepto como parte de la condición humana a la que pertenecemos.
Lejos de pensar que hay gente con malas ideas o mala leche, soy de la idea que cada uno es como es y no soy quien para hacer cambiar a nadie. Cada uno hace lo que hace porque lo considera justo y oportuno, aunque no tenga en cuenta que tal vez lo que haga o diga no sea recibido por los demás de la manera deseada. Esto, en el baloncesto, es muy común y lamentablemente, los árbitros lo sufren demasiado a menudo por parte de entrenadores y jugadores.
Dejaré aparte las situaciones en que un entrenador protesta deliberadamente para conseguir una falta técnica o descalificante para provocar una reacción. Eso forma parte del juego.
Cuando un jugador o entrenador está en un partido lógicamente sólo piensa en si mismo y en su equipo. Normal. Pero muchas veces, como seres humanos que somos, esa obcecación con ganar a toda costa nos impide ser capaces de darnos cuenta que cuando nos dirigimos a alguien lo hacemos de malas maneras, usando un tono de voz no adecuado y gesticulando de manera inapropiada. Eso, como árbitro, fastidia.
Fastidia porque tienes que aguantar que el jugador o entrenador de turno te grite, te mire mal, gesticule o te desprecie por una acción en la que generalmente no se está siendo objetivo. He sido jugador, sé de lo que hablo… Cuando un jugador entra a canasta y choca contra un defensor lo primero que piensa es que le han hecho falta sin tener en cuenta que, tal vez, el responsable del contacto haya sido él mismo o simplemente que el contacto ha sido legal. Los mosqueos del jugador que no entiende o no quiere entender que sí ha cometido falta y lo que ha sucedido en la jugada anterior en el otro campo es otra jugada totalmente diferente. El jugador que falla dos tiros fáciles, se le cruzan los cables y a partir de ahí todo son protestas y malos gestos hacia los de gris. Eso no está bien…
En artículos anteriores he comentado las iniciativas en los distintos comités acerca de potenciar el diálogo, fomentar las buenas relaciones y evitar los excesos de autoridad innecesarios. Pero para que haya una relación de respeto se debe trabajar desde ambas direcciones, si sólo trabaja uno de los dos esto no va a funcionar nunca.
Si tú, jugador o entrenador consigues entender que independientemente del tiempo que lleves jugando o entrenando, que da igual si has llegado más arriba o no, que no importa tu nombre y tu curriculum, si por un momento entiendes que si te diriges a un árbitro de manera educada y en tono cordial sin hacer aspavientos ni gestos de desprecio estarás potenciando una buena relación y estarás consiguiendo que se te escuche, ese día, en ese preciso instante, te darás cuenta que tienes mucho más a ganar y que tu relación con los demás sólo puede ir a mejor.
La función del árbitro es arbitrar un partido de la mejor manera posible, ser lo más justo que pueda y a ser posible, pasar desapercibido. El árbitro no está ahí para aguantar las pataletas de nadie, no es el saco de boxeo en el que cada uno pueda canalizar sus frustraciones, para eso hay otros métodos. Sólo pido que te detengas un momento a pensar que, posiblemente, no es que ese árbitro te tenga manía o que sea un borde porque no quiere hablar contigo cuando sí acepta hablar con los demás. Tal vez ese árbitro no te preste atención porque en lugar de hablarle en un todo aceptable, le gritas, le gesticulas de manera desmesurada o le tratas con desprecio. Seguramente no te des cuenta, estoy convencido que no eres una mala persona ni un maleducado y que cuando estás metido en el partido no estás para cuidar tus modales, pero si por un momento te paras a pensarlo, es muy posible que esto lo hayas empezado tú, es muy probable que lo que tú consideras una forma “normal” de hablar la persona que está delante de ti lo reciba de manera muy diferente y como es comprensible, no va a permitir que le sigas tratando así.
Sólo hace falta que TODOS los que formamos parte de este deporte nos detengamos un momento a mirarnos a nosotros mismos y estar dispuestos a reconocer, aunque sea sólo por un instante, que exista la posibilidad de que no siempre hagamos las cosas bien y que no siempre nos dirijamos como deberíamos a los demás. Si conseguimos esto, el siguiente paso ya dependerá de cada uno: ¿Estoy dispuesto a intentar modificar mi forma de dirigirme a los demás e intentar crear una nueva relación más agradable y respetuosa? En vuestras manos está…
Me gustan mucho este tipo de artículos y estoy de acuerdo en el feedback, el respeto debe de venir también de parte de los entrenadores y los clubs, sino no hay nada que hacer, debería de ser un objetivo común.
Como tú has escrito estas malas formas son utilizadas para conseguir a veces otros objetivos, como provocar tensión y presión al árbitraje, caldear el ambiente, un cambio de ritmo, etc. Para mí técnicas que ensucian el ambiente y objetivo del deporte,
Es fácil también arremeter de malas maneras contra el árbitro desde varios frentes ( gradas, entrenadores, jugadores..) porque él en el ejercicio de su profesión siempre actuará de forma correcta y es muy lamentable ver como también se hace con árbitros muy jóvenes que acaban de empezar, y que están solos en la pista.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias Lidia por tus palabras y por compartir tu opinión con nosotros. Estoy de acuerdo contigo, una cosa es intentar sacar un provecho deliberado (el cual el árbitro tiene la potestad de frenar y controlar pero que entendemos como parte del juego) y otra cosa es el gesto desmesurado, la falta de respeto y el desprecio porque sí.
Gracias de nuevo, esperamos verte por aquí de nuevo.
¡Un saludo!
Me gustaMe gusta
Buenas observaciones y opiniones, estoy totalmente de acuerdo, ojalá fuera así siempre. Pero por desgracia no todo el mundo vale para ser árbitro. Yo he sido muchos años árbitro y jugador, y unos años entrenador y haciéndolas al mismo tiempo. Y es cierto que a veces como entrenador o jugador, por muy bien que hables, hay árbitros que no están dispuestos a escuchar, ya no digo ni dialogar. La prepotencia de apodera de muchos y es muy triste… Es muy difícil ser árbitro y por desgracia es muy fácil meterse a arbitrar…
Un saludo!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola Franco, coincido contigo que hay árbitros que no tienen esa predisposición al diálogo (de esto hablaremos pronto en Tiempo Muerto). Como hemos dicho en artículos anteriores, antes de quejarnos de algo debemos ser los primeros en dar ejemplo y este es un caso típico en el que antes de que un árbitro se queje entiendo que debe predicar con el ejemplo.
Gracias por compartir con nosotros tu opinión, espero verte por aquí pronto.
Un saludo!
Me gustaMe gusta