Asi será recordada la Copa del Rey de baloncesto celebrada en Vioria. Por el campo atrás de Sergio Llull en el partido frente a Andorra. O tal vez no. Tal vez se recuerde por ser la cuarta Copa consecutiva del Real Madrid.
Cuatro Copas seguidas. El frío dato oculta la enorme dificultad de esta hazaña. Conseguir ganar un torneo de las singulares características de la Copa del Rey es extremadamente difícil. No hace falta ni siquiera un mal dia. Con un mal cuarto te vas para casa. De ahí la magnitud del logro conseguido por el conjunto blanco.
Para ser sinceros, es muy difícil hablar ya de una forma original del Real Madrid, de Pablo Laso, de Sergio Llull y de los demás integrantes de este equipo que ya es de leyenda. Tras cada título leemos lo mismo. Tantas finales, tantos títulos. 17 finales, 13 titulos. Otra vez el frio dato. Centrándonos en esta edición de este bendito torneo, a priori todos daban como favorito al Madrid. Pero viendo cómo se desarrollaron los partidos, a nadie le hubiera extrañado que los merengues fuesen eliminados en el primer partido, en el segundo, o perdieran la final. Andorra, Baskonia y Valencia jugaron unos partidos memorables, pero en esta competición donde los detalles importan tanto, el Madrid sacó su carácter ganador para decantar la balanza hacia su lado.
Si, fue campo atrás. Pero sería erróneo restar mérito a la gesta lograda por el Real Madrid. Gesta que solamente puede entenderse si miramos las personalidades de los jugadores que integran ese vestuario. Jugadores que se niegan a aceptar la derrota hasta que el reloj marca cero. Así se explica que tras dos partidos decididos con sendas prórrogas y la final decidida en los últimos segundos, sea el Madrid el que se lleva el gato al agua.
El MVP de esta edición, y buque insignia de este equipo, Llull, tiene gran parte de la culpa de este carácter de equipo. Su elección como mejor jugador del torneo puede ser discutible, ya que Randolph ha hecho tantos méritos o más. Pero este galardón puede entenderse como el premio al protagonismo. Frente a Andorra, tras el campo atrás, da una asistencia a Randolph para el empate. Frente a Baskonia anota un triple que fuerza la prórroga. Y frente a Valencia, cuando peor pintaban las cosas para los madridistas, anota un triple cuando se acababa la posesión y en la jugada siguiente roba la pelota y anota una bandeja. Sin duda, jugador de momentos grandes.
A pesar de la corriente de opinión extendida que dice que Laso pinta poco en el equipo, o que hay jugadores que no comulgan con él, es innegable que este equipo es como una familia, tal y como apuntó el capitán y reciente padre Felipe Reyes. Jugadores que asumen sus roles, pero que cuando salen a pista, aportan el máximo.
Mención especial para la Copa que han realizado Anthony Randolph y Luka Doncic, para el que hace ya tiempo que se acabaron los calificativos. Pero eso da para otro artículo.