Éramos pocos y suena Paul George…
Parece que en la mente de muchos jugadores de la NBA el dinero ha pasado de ocupar el primer puesto entre las prioridades, o al menos, en un gran número de estrellas, por la posibilidad de ganar el anillo. Mientras el pequeño gran Isaiah Thomas habla de 200 millones de dólares para su renovación, en la bahía de San Francisco suena el fichaje de Paul George para el 2018.
El problema ante el que estamos es que la liga americana corre el peligro de convertirse en un monopolio de los Warriors para el próximo lustro, pero no al estilo Bulls de los 90 encabezados por Jordan y construidos mimbre a mimbre, sino a través de la cola de estrellas que esperan la oportunidad de fichar por los de Oakland para asegurarse el anillo.
A pesar de la inflación general que sufren los salarios de las franquicias, estableciendo registros records en el deporte estadounidense, permiten cierto conformismo entre las estrellas con los nuevos salarios de “clase” medio-alta, entre 20 y 25 millones de dólares lejos de los 200 M$ que cobrará James o los 223 M$ de Curry hasta el verano de 2023.
Los salarios son crecientes cada año, jugando con la proyección de la subida anual que pretende el comisionado de la NBA para los próximos años que dure el nuevo contrato de televisión de 24.000 M$ hasta 2015 con Disney (Turner, TNT y ABC).
Ahora que los jugadores saben que no necesitan apretar mucho para asegurarse el futuro de sus nietos, se permiten el “lujo” de buscar éxitos deportivos pero siempre mirando a dos equipos, Cleveland Cavs en el Este y, los mencionados, Golde State Warriors en el Oeste.
Mientras en efecto LeBron se va disipando, el big Four de GSW está en pleno apogeo, marcando territorio en las finales y con los pilares perfectos para marcar una época, con un juego ultraofensivo, rápido, abusivo desde el triple y con la bandera del Small Ball que a algunos tanto nos disgusta.
Mientras la bahía crece, los managers del resto de equipos piensan en proyectos a largo plazo ante la imposibilidad de luchar por el anillo en los próximos años, salvo los equipos que vienen de un proyecto concreto que, para su desgracia, alcanzará su cima en pleno apogeo de los Curry, Durant y cia.
Las alternativas a corto plazo, a expensas de lo que sucede con Irving en Cavs, parecen que recaen en los Boston Celtics de Brad Stevens, con las altas principales de Gordon Hayward y, el número tres del Draft, Jayson Tatum y los Rockets de Houston, que tras su magnífico año han incorporado a uno de los mejores bases de la liga como es Chris Paul, justo el año que Harden realiza su mejor temporada también jugando de base.
Hay una segunda fila de candidatos a sorpresas del año, o al menos a ser equipos muy divertidos de ver, por juventud y roster como son los Bucks de Jason Kidd (y de un jugador griego con el nombre muy difícil de escribir), los Wolves sin Rubio, pero tras la adquisición de Butler parece que meterán cabeza en puestos de Playoffs tras la larga travesía por el desierto y los 76ers de Philadelphia, que estrenará (dedos cruzados) números unos del Draft, Ben Simmons y Markelle Fultz, aunque sin el Chacho, pero si las lesiones respetan a Saric y, sobre todo, Joel Embiid, estamos ante un equipo muy joven y completo, que puede dar alguna grata sorpresa, especialmente si Okafor despierta de una vez y J.J. Redick aporta o que se espera de él.
Ojo también a Thunders, con Westbrook estrenando MVP y el refuerzo de Paul George, aunque solo por una temporada firmada y que sonaba antes para Lakers, de los que esperamos una clara mejora con Ball y el segundo año de Brandon Ingram. Esperemos que así sea, pues un buen proyecto puede convencer a George para volver a casa y olvidarse de los de San Francisco, incluso encontrase con LeBron en LA, aunque eso es otra historia…
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