Siempre se dice que el baloncesto es lo más importante de las cosas menos importantes, pero a la vez a los aficionados se les olvida. El año pasado una rueda de prensa de Šarūnas Jasikevičius se hizo viral cuando defendió el derecho de Augusto Lima a disfrutar del nacimiento de su hijo, en vez de competir con el equipo por el título. Además, Luis Enrique dejó su cargo en la selección de futbol por la enfermedad de su hija, anteponiéndose en ambos casos la familia al deporte de élite.
Cada año que pasa vemos como las decisiones de los jugadores de firmar por un equipo u otro se basan más en las relaciones familiares que en el juego o lo económico. Casos como la renovación de Thomas Heurtel en el Barça, la vuelta a Europa de Nikola Mirotic o la no renovación de Gustavo Ayón en Madrid, son claros ejemplos y es que cada día los jugadores valoran más la necesidad de desconectar con la familia al salir del pabellón. Esto no deja de ser un fiel reflejo de la sociedad, el honor y valor ya no está tan interiorizado y ahora se valoran más las emociones y los sentimientos, los jugadores cada vez son más inteligentes y profesionales (tienen mayor dedicación).
Es por ello que en mi opinión cada vez es más necesario ser capaz de compaginar la familia y el deporte, igual que cada vez se intenta concienciar más a las familias en categorías de formación para que ayuden a crecer a los jóvenes y que los clubes tienen son consciente de ello no hay que olvidar que en élite debe ser al revés ayudarle al deportista y por encima de todo al aficionado, ya que solo cuando ocurren estas cosas somos conscientes de que el deporte profesional como forma de ocio es lo más importante de las cosas menos importantes.