Algunos os sorprenderéis con el título de éste artículo, y hasta os preguntaréis porque escribo esto, pero os puedo asegurar que hay muchos padres y madres que asocian el término competir a algo negativo para los niños y niñas (en adelante utilizaremos el neutro niños, esperando que nadie se ofenda, para referirnos a los niños y a las niñas que practican deporte).
De hecho como anécdota, recuerdo hace años que el padre de un chico al cual entrenaba me dijo que yo era “demasiado competitivo”. Me lo dijo en un tono correcto, pero de la forma en que me lo dijo le daba al término competir un cariz negativo.
La R.A.E. nos define “competir de la siguiente manera:
- intr. Dicho de dos o más personas: Contender entre sí, aspirando unas y otras con empeño a una misma cosa.
Es frecuente escuchar a padres, madres y pedagogos diciendo “los niños deben pasárselo bien haciendo deporte”. Me parece correcto y creo que ese debe ser uno de los objetivos al practicar deporte, pero no el único.
Me gustaría escuchar alguna vez a esos padres, madres o pedagogos decir “los niños han de esforzarse lo máximo posible en cada entrenamiento y partido para mejorar”. Lamentablemente eso lo escucho en pocas ocasiones.
Y ahí radica en gran parte la confusión que nuestra sociedad ha creado. Anteponemos el pasarlo bien a esforzarse y eso convierte en muchas ocasiones que los entrenamientos se parezcan más a una fiesta de cumpleaños que a una actividad deportiva donde debemos estar atentos para aprender lo que nuestros entrenadores/as nos transmiten.
Creo sinceramente que se está perdiendo la “cultura del esfuerzo”, hablo en algunos casos, dando por hecho que sí hay muchos niños y niñas que entrenan al máximo de sus posibilidades.
Ante todo debemos enseñar a nuestros jugadores y jugadoras a respetar a sus propios compañeros, a los rivales y a los colegiados, también deberemos insistir en que no todo vale para ganar. Que no cojan ejemplo de deportistas de alto nivel que salen por televisión fingiendo una lesión para que expulsen a un rival, protestando las decisiones arbitrales, haciendo trampas para engañar al árbitro etc.
Al mismo tiempo deberemos educarlos en el respeto al rival en la victoria y a saber perder; ser autocríticos en la derrota, sin perder la compostura y aceptando que forma parte del partido o la competición individual que practiquemos.
Decirles que vean o escuchen lo que sea en la grada no deben caer en repetir gestos ni insultos. Muchas veces vemos a jugadores que repiten los gestos que hacen sus padres en la grada. Eso también es saber competir, centrarme en el partido y aislarme del resto.
En cada entrenamiento deben ser competitivos. Eso lo podemos conseguir poniéndoles retos, con tal que mejoren día a día y de esa manera se automotiven a raíz de ver cómo van mejorando.
Por ejemplo, en un entrenamiento siempre debe haber, tras el fundamento que enseñemos, un objetivo a alcanzar. Si entrenamos un equipo premini y les enseñamos la entrada por la derecha hay que pedirles que consigan un número determinado de canastas dentro de sus posibilidades.
Si están haciendo un 1c1, por ejemplo, y el atacante mete canasta el defensor sigue defendiendo hasta que su compañero/a falle. Y así en cada ejercicio debemos obtener algo que nos cueste un esfuerzo.
Sólo de ésta manera conseguiremos que los niños se motiven en cada ejercicio y adquieran ese reto de superarse a sí mismos que luego, llevado al partido del fin de semana, hará que esos niños sean más competitivos.