He leído muchos artículos y noticias sobre el comportamiento de la gente en la grada durante los partidos de deporte en formación, además de vivirlo en primera persona en mi día a día, y es que como muy bien dice Álex Porqueras en su blog: «Si esos padres no son capaces de cuidar y vivir algo tan pequeño como el respeto hacia el entrenador del Club o al árbitro en medio de la grada, con el resto de padres, ¿Cómo actuará en casa cuando esté con sus hijos?». Y eso me ha hecho reflexionar sobre el tema.
Hablando con compañeros entrenadores siempre suele salir el mismo tema, el cual tratamos con humor pero que consideramos realmente serio, y es cómo son los padres de tu equipo, ¿qué tal son? ¿cómo se comportan? ¿te la han liado ya?… Son las típicas preguntas que nos hacemos, y pocas veces la respuesta es tajantemente positiva, siempre o casi siempre hay un pero, alguna anécdota o alguien en concreto que no encajaría en un «muy bien» generalizado. Como he dicho, nos lo solemos tomar con humor siempre y cuando esté en nuestras manos controlarlo o simplemente que no afecte directamente a nuestro trabajo con el equipo o a los jugadores. Pero cuando no es así, cuando de verdad tenemos un problema con uno o varios padres, que trastoca los planes del equipo o una llamada de atención por parte del club, del árbitro o del propio equipo, es entonces cuando saltan las alarmas. En gran parte porque está en contra de los valores que pretendemos dar a los jugadores dentro del baloncesto, pero por otro lado, y más preocupante si cabe, es por el contagio que pueden sufrir el resto de padres, y que pueda trasladarse rápidamente a los propios jugadores.
Por suerte, es menos común en Baloncesto que los problemas de los padres en la grada sean tan serios como para que un noticiario nacional se haga eco de ellos, comparado con otros deportes, pero existen y están ahí, y no debemos evitar hablar de ellos e intentar erradicarlos.
Nosotros, como entrenadores y formadores, debemos ser capaces de detectar cuando una conducta es inapropiada dentro de la pista, pero también fuera de ella, e intentar controlarla y hacer ver a los infractores que ese no es el camino, que la mayoría de las veces la competición en sí no es lo más importante para los jugadores, y que todos los que participamos en partidos de formación estamos aprendiendo, que aquí ninguno es una súper estrella que tenga que demostrarle nada a nadie. Por ello, creo que tenemos que recapacitar sobre esto, tenerlo siempre encima de la mesa y ser muy estricto sobre el comportamiento que queremos en la grada. Hay que ser «menos entrenador y más padre» como dice Porqueras, ya que al final es lo que los jugadores necesitan, ese apoyo incondicional de un ser querido, ya que entrenador ya tienen, y lo que quieren es divertirse mientras compiten y aprenden de este maravilloso deporte que es el Baloncesto.
Para concluir, me gustaría añadir especial reconocimiento a aquellos padres y aficionados que en la grada tienen un comportamiento ejemplar y que dan ejemplo a los demás, intentando minimizar la confrontación del resto de personas que disfrutan de un partido, y que hacen ver que no todo está perdido, sino que se puede conseguir que «Otra grada es posible».